«Hay una bendición oculta en nuestro sufrimiento». La poeta y escritora Marina Marcolini insiste en la necesidad de cuestionar: el hombre no debe sentirse culpable, como si estuviera ante un juez, a causa de sus debilidades. La presencia de Cristo es lo que sana, lo que da esperanza a una humanidad escandalizada por sus propias debilidades. El Papa Francisco, citado por la biblista Marcolini, invita claramente a no perder la confianza en él: «Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la juventud más hermosa de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se vuelve nuevo, se llena de vida».
Este es el tema central de este Encuentro, retomado hoy martes 16 de julio, a partir de la experiencia de aquellos discípulos de Emaús que supieron reconocer en Jesús la respuesta a sus propias fragilidades. Todo esto se cumple en la eucaristía, como afirma el cardenal Tolentino De Mendonca, citando a los mártires cristianos de Abilene perseguidos por Diocleciano en el siglo IV: «Sin la eucaristía no podemos vivir».
La propuesta cristiana, también a través del movimiento de las Equipos de Nuestra Senora, es realmente para todos y responde a una necesidad real. El silencio en las oraciones, la belleza de la música y la presencia de personas tan diversas en el Inalpi Arena son testimonio de ello.
Surge la conciencia en los comportamientos de los presentes de que el hombre no se realiza solo y que en el encuentro con el otro también se encuentra la respuesta a las necesidades del hombre. Muchos de los presentes están vestidos con trajes tradicionales, portadores de diferencias que coexisten y se valoran en la belleza de este movimiento. Desde Sudamérica, África, Europa y Oceanía: la propuesta de los Equipos de Nuestra Senora trasciende las diferencias culturales y lingüísticas sin aplanarlas.