Turín

Turín es la capital del Piamonte y es conocida por el refinamiento de su arquitectura: fue capital de Italia de 1861 a 1864. Los Alpes la rodean, mientras que el río Po la corta en dos, abriendo la ciudad a la mayor llanura de Italia.

Suntuosos edificios barrocos y antiguos cafés se alinean en los bulevares y grandes plazas de Turín, como la Piazza Castello y la Piazza San Carlo. Muy cerca se alza la alta aguja de la Mole Antonelliana, del siglo XIX, que alberga las exposiciones interactivas del Museo Nacional del Cine. Elegante y austera, Turín cuenta con un patrimonio artístico y cultural único: las elegantes residencias aristocráticas del pasado, los impresionantes palacios barrocos, los ricos museos y los monumentos de valor incalculable siguen caracterizándola hoy en día, convirtiéndola en una mezcla única de antiguo y moderno.

Entre historia y arquitectura

La ciudad está plagada de vestigios del pasado que cuentan una historia que comienza hace más de dos mil años: los documentos más antiguos hablan de una pequeña aldea al pie de los Alpes llamada Taurasia, un pequeño asentamiento, poblado por las tribus “taurinas”, descendientes de la unión de galos y celtoligures, que fue destruido por Aníbal en el 218 a.C.. En época romana se convirtió en una ciudadela militar que bajo Augusto, en el 28 a.C., tomó el nombre de Augusta Taurinorum. Era una colonia con un trazado en damero, construido según calles paralelas y perpendiculares.

Este trazado caracterizaría el urbanismo de la ciudad en los siglos siguientes, cuando Turín fue primero dominio de francos y lombardos, luego sede episcopal y, más tarde, municipio urbano. En 1280, la dinastía de Saboya conquistó Turín. Bajo su reinado, la ciudad experimentó una de las transformaciones más importantes de su historia. En 1563, los Saboya trasladaron aquí su capital desde Chambéry y trajeron a los mejores arquitectos de la época: de Ascanio Vitozzi a Amedeo y Carlo di Castellamonte, de Guarino Guarini a Filippo Juvarra.

Gracias a su talento y genio creativo, la ciudad se convirtió en una de las principales capitales del Barroco. Turín adquirió un estilo, un encanto y una elegancia particulares que han sido una de sus señas de identidad durante siglos. Centro económico, de producción y de comercio, aquí nacieron las primeras industrias manufactureras y se desarrolló el arte de la chocolatería, orgullo de la tradición turinesa en Italia y en el mundo.

La Universidad, fundada en 1404, atrajo a mentes de toda Europa: aquí se graduó uno de los genios del humanismo renacentista, Erasmo de Rotterdam y bajo los entrañables soportales de Via Po paseó a finales del siglo XIX el filósofo Friedrich Nietzsche..

Con la subida al trono de Víctor Manuel II y Camillo Benso conde de Cavour, la ciudad se convirtió en protagonista de la historia nacional, liderando el proceso que condujo a la Unificación de Italia. En 1861 Turín se convirtió en la primera capital del Reino de Italia, y el primer Parlamento se instaló en el Palazzo Carignano.

Fiat

En los años siguientes a la Unificación, incluso tras el traslado de la capital a Florencia, la ciudad fue definiendo cada vez más el componente industrial de su identidad. Este proceso culminó en 1899 con la fundación de Fiat – Fabbrica Italiana Automobili Torino – por, entre otros, el senador Giovanni Agnelli, abuelo del Avvocato. Este último llegó a la dirección de la empresa en 1966 y la llevó a la fama internacional. Un éxito, éste, compartido por otra marca histórica de la automoción turinesa: Lancia.

Una ciudad rica en cultura

Turín es también cuna de una ferviente actividad cultural. Aquí enseña Luigi Einaudi, estudian Antonio Gramsci y Piero Gobetti. En el Liceo Classico d’Azeglio, en torno al profesor Augusto Monti, se formó una generación de estudiantes destinada a influir en la actividad intelectual desde los años treinta hasta nuestros días: desde escritores como Cesare Pavese y Primo Levi hasta el musicólogo Massimo Mila y el filósofo Norberto Bobbio. Giulio Einaudi, fundador de la editorial del mismo nombre, también formó parte del grupo: uno de los hitos de la cultura antifascista italiana.

Aquí nació y se desarrolló el cine italiano, con importantes fábricas cinematográficas. En 1914, “Cabiria” se convirtió en el primer largometraje con distribución mundial. La historia de la radio y la televisión italianas también comienza en Turín, donde Eiar, antecesora de la RAI, tuvo su primera sede.

Turín hoy

2006 es el año del punto de inflexión. Turín es elegida sede de los XX Juegos Olímpicos de Invierno y este acontecimiento inaugura un nuevo curso en la historia de la ciudad. Nace el metro, el centro cobra vida con bares y cafés, las calles, plazas y museos atraen a numerosos visitantes, incluso del extranjero. Turín, antaño marcada por los ritmos de una producción industrial en rápido declive, cambia de fisonomía y se descubre como una ciudad postindustrial en busca de una nueva identidad. La vocación turística, la oferta cultural, de la que el Salone del Libro es el acontecimiento más conocido, y la investigación tecnológica impulsada por el prestigioso Politécnico, reconocido internacionalmente como centro de excelencia, son las líneas por las que Turín se encamina hacia el futuro.