Un animador de la misión ‘ad gentes’ sin salir nunca de su diócesis, capaz de profetizar promoviendo y fomentando el encuentro entre culturas diferentes sin descuidar ni menospreciar el afecto, la devoción y el valor de un vínculo profundo con la Virgen de Consolación. «Quien no tiene algún sentimiento y amor por la Virgen no tiene corazón; y los misioneros debemos tener corazón», solía decir. Fue fundador de los Misioneros de la Consolata.

Giuseppe Allamano nació el 21 de enero de 1851 en Castelnuovo d’Asti, ciudad natal de San José Cafasso, de quien era nieto. En el otoño de 1862 ingresó en el oratorio salesiano de Valdocco, donde durante cuatro años «siguió» a su conciudadano Don Bosco, con el que se confesaba, pero quizás sin tener en cuenta las expectativas de su estancia en el oratorio, que abandonó para ingresar en el seminario diocesano en 1866 sin muchas expectativas: «El Señor me llama hoy… No sé si me volverá a llamar dentro de dos o tres años». 

Habiendo recibido la ordenación sacerdotal el 20 de septiembre de 1873, le hubiera gustado dedicarse al ministerio pastoral, pero fue destinado a la formación de seminaristas, primero como asistente (1873-1876) y luego como director espiritual del seminario mayor (1876-1880). Quiso ser párroco y nunca lo fue, porque en octubre de 1880 fue nombrado rector del santuario de la Consolata de Turín. La obediencia y la humildad le acompañaron siempre, pero también tenía una mirada atenta y alentadora y era capaz de emprender nuevos caminos como el de fundar un instituto religioso de misioneros y misioneras porque «le parecía antinatural que en su Iglesia, fecunda de tantas instituciones de caridad, faltara una dedicada únicamente a las misiones». Así, el 29 de enero de 1901 nació el Istituto Missioni Consolata: «No habiendo podido ser misionero yo mismo, quiero que no se pongan trabas a las almas que desean seguir ese camino». El 8 de mayo de 1902 partieron para Kenia los cuatro primeros misioneros, mientras que el 29 de enero de 1910 puso en marcha el Instituto de los Misioneros de la Consolata. Allamano fue beatificado el 7 de octubre de 1990 por Juan Pablo II, que lo describió como: «santo de la Consolata», «padre providente», «formador y maestro del clero», «sacerdote para el mundo». Durante su homilía precisó: «Ya que se encuentra entre los Beatos, Giuseppe Allamano nos recuerda que, para permanecer fieles a nuestra vocación cristiana, debemos saber compartir los dones recibidos de Dios con nuestros hermanos y hermanas de todas las razas y culturas; debemos anunciar con valentía y coherencia a Cristo a cada persona que encontremos, especialmente a quienes aún no lo conocen». Y así sucede hoy, tanto en el corazón de las ciudades europeas como en los rincones más remotos de Mongolia, gracias a Misioneros y Misioneras que difunden su carisma con ese estilo tan suyo de «el bien, porque el bien hay que hacerlo bien». En 2025 será canonizado.

Autor: Federica Bello