El logo subraya la dimensión del camino como experiencia de pareja dirigida hacia una meta. La meta está representada por el sol que evoca, en forma y color, el pan eucarístico partido por el Resucitado con los discípulos de Emaús y clave de su reconocimiento «…tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (Lc 24,30-31).
Es en la contemplación del pan partido que ambos se dan cuenta del fuego que arde en sus corazones. Oculto entre las dos figuras del logo, de hecho, es posible reconocer la silueta de un corazón que se llena de la luz y el calor del sol. Los brazos de ambos se abren en un abrazo de pareja, en un signo de disponibilidad y acogida a lo que vendrá, mientras se disponen a recorrer el camino. Es el signo de la hospitalidad, signo de fraternidad: «Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos» (Lc 24,15). En la cotidianidad del camino, las espigas de trigo, signo del compromiso/vocación diaria de ser buen pan para la humanidad.