Giulia y Tancredi, marqueses de Barolo: una pareja «venerable”

Enamorados, generososos, infatigables, ilustrados, ricos en medios, pero aún más en valor e imaginación, unidos por una fe tenaz que se convierte en proyecto de una vida plena dedicada a la redención de muchos, adultos y niños, sanos y enfermos, vivos y malvados. En resumen, ¡una verdadera gran pareja END ante litteram! Se casaron en París en 1806; ella, aristócrata francesa naturalizada italiana (nacida Juliette Colbert en 1785), él, marqués Falletti di Barolo (nacido en Turín en 1782). En 1814 se trasladaron a Turín, al espléndido Palazzo Barolo, propiedad de la familia de Tancredi. El palacio pronto se convertiría en el centro de emanación de las innumerables iniciativas de la pareja y hasta hoy alberga la Ópera Barolo, fundación que continúa, según la voluntad testamentaria de Giulia, fallecida en 1864, las actividades de servicio y asistencia que la marquesa, junto con su amado Tancredi, había iniciado. Es difícil describir en tan poco espacio las obras de caridad -hoy diríamos de solidaridad y promoción humana- emprendidas por ambos y que les valieron ser declarados «venerables» por el Papa Francisco (Giulia en 2015, Tancredi en 2018). En una Turín marcada por la pobreza, la degradación y la discriminación de clase presente en barrios privados de lo necesario para vivir con dignidad, Giulia y Tancredi comprendieron, con valentía y clarividencia, que mejorar las condiciones materiales de los últimos no podía separarse de una mejora de sus condiciones morales -hoy diríamos culturales y educativas- a través de intervenciones pedagógicas, sociales y políticas. Por eso dirigieron, a sus expensas, buena parte de sus iniciativas a la creación de escuelas para niñas pobres, jardines de infancia para hijos de obreros (la primera obra de este tipo en Italia) y escuelas profesionales dedicadas sobre todo a mujeres. Y no sólo eso: ambos hicieron todo lo posible por ayudar a los numerosos enfermos de cólera de Turín (1835), y Giulia, tras la muerte de Tancredi (1838), inició la construcción de un hospital destinado al cuidado de niñas discapacitadas. Podríamos seguir con la construcción de un monasterio para acoger a las víctimas de la prostitución infantil y más… pero nos gusta concluir este retrato con dos iniciativas que describen bien el alcance de la mirada que tenía esta venerable pareja. Giulia, tras conseguir que la encerraran en la cárcel de mujeres de Turín para comprobar hasta el fondo el trato inhumano reservado a las reclusas, redactó un nuevo reglamento penitenciario inspirado en criterios de humanidad inauditos en aquella época, lo sometió a votación de las reclusas y, aprobado por unanimidad, lo hizo operativo (1821). Tancredi, por su parte, contribuyó económicamente a la construcción del cementerio monumental de Turín (1828), el más importante de la ciudad, extendiendo así la mirada caritativa de los venerables esposos tanto al mundo de los difuntos como al de los vivos.

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